domingo, 10 de marzo de 2013

El bar LlobreJazz y la hipótesis de los 6 grados de separación


La semana pasada fui al Cafè del Teatre a una Jam Session para disfrutar de una banda base que sabía que no me iba a defraudar. Iba a haber un artista invitado pero no se decía su nombre. La sesión empezaba a las 22h y yo salía de la EOI a las 21h. Así que tenía el tiempo justo para comer un bocadillo en cualquier bar de alrededor. Pensaba ir a un frankfurt que hay cerca, por ser un servicio rápido, pero quiso la casualidad que tuviera que pasar antes por delante del bar Llobregat, lugar que veo a diario pero en el que nunca había entrado. De hecho, tan sólo tenía una vaga referencia, por otra gente, de que los bocadillos eran grandes pero el servicio muuuuuuy lento. Y eran ya las 21:35h.

En fin, me acabó de convencer el cartel de la entrada con una oferta que no estaba nada mal, así que, “p'a dentro”. Nada más entrar había una pareja en un rincón de la derecha y un par de amigos en otra mesa en el centro. Uno de ellos resultó ser un exalumno que hacía años que no veía, y charlamos un rato; mientras, el camarero vino y les preguntó que qué querían. Parecía que ya llevaban un rato allí y hasta ahora no les habían tomado nota y, como he dicho, muy lleno no estaba. “¡Ay madre!, que voy a tener que esperar lo mío y el concierto pronto va a empezar...”, pensé.

En fin, me senté y me llegó el turno. Pedí, y a esperar. Pero bueno, no tanto tampoco, tal vez porque esperaba que iba a ser mucho más. Quedaban 5 minutos para empezar el concierto y en esto que entran los músicos, de los cuales conocía a uno de la infancia. No me lo podía creer, iban a cenar algo. Pero, ¿sabían dónde se habían metido? Y aún llegó una mujer a pedir para dos, ya que el marido tenía que venir aún y tenían prisa. Oye, pues fue rápido el servicio y, a media cena, entra otra pareja: el chico era un compañero de la EOI, que además conocía al artista invitado, y me lo presentó.

En fin, durante un minuto hubo en aquel bar un microcosmos que se repetiría después en el Cafè del Teatre. Allí estabamos todos los que habíamos estado antes en el bar Llobregat. Unos en el escenario, tocando; los amigos en una mesa, al lado de la columna; las tres parejas diseminadas entre las sillas, ante el escenario, y yo, en la barra. Y mientras, en el escenario iban sonando notas de Jazz y Blues; yo apuraba mi cerveza al tiempo que observaba aquel microcosmos, cuyos elementos eran casi como las notas que llenaban aquel espacio, recordándome la hipótesis de los 6 grados de separación, establecida en 1929, por la que cualquier persona puede llegar a ponerse en contacto con cualquier otra persona del planeta con un máximo de 6 saltos, es decir, mediando entre los dos 5 personas diferentes como mucho. Parece ser que aún no hay una demostración formal que satisfaga esta hipótesis, aunque Facebook permitió la demostración empírica en 2011 de que, de sus 721.000.000 millones de usuarios, el 99,6% de pares de usuarios estaban realmente conectados por un máximo de 5 grados de separación. Desde luego, y a la vista de lo que estaba viendo, no dudé de que eso iba a ser cierto.

Y a todo esto, tan sólo pasaba un minuto de las 22h. ¿Cómo podía haber cundido tanto el tiempo entre el bar Llobregat y el Cafè del Teatre?, ¿serían dos universos paralelos en la relatividad del tiempo? Uf, no sé, me da que eso ya es otra teoría...



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